"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

lunes, 26 de julio de 2010

LA BREVEDAD DE LAS ESTACIONES


Regabas unos geranios que aquel verano se negaban a florecer
¡Qué implacable es la brevedad de las estaciones!- dijiste de improviso, dándole el justo valor al tiempo del verbo que usabas.
Yo, recostada en mi vieja tumbona, evité tu mirada y me distraje con el juego de deslices desafiantes de las nubes, con el balanceo de las ramas nuevas que al rozarse acariciaban sus brotes, pezones tiernos de la vida.
Me negaba a querer entenderte.
La tarde era muy calurosa. Quise creer que la pesadez de la siesta me condicionaba para contestarte.
Hace calor – añadí, simplemente para no rendirme al silencio..
Demasiado- contestaste - mientras secabas tu frente empapada de sudor y apoyabas tu cuerpo en el tronco del jacarandá.
Pero la conversación era intermitente. Cada palabra que pronunciábamos parecía introducirse en una espiral de la que le era muy dificil escapar para formar una frase.
El sonido de tu voz dejaba en el aire la fugacidad de unos puntos suspensivos. Sentí un ligero desasosiego.
Me incorporé, bebí agua fresca de la botella sumergida en un balde de aluminio con hielo. El frío del líquido me despejó. Reaccioné. Supe que esperabas una contestación
¿Acaso no crees que la brevedad de una estación es el prólogo del tiempo que ha de venir?- te dije, intentando convencerme de que todavía nos quedaba verano. Intentando convencerte.
Y te miré. No, tú no lo creías. Tampoco yo, que desesperada me engañaba inventándote un mañana.
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miércoles, 14 de julio de 2010

MELODÍA DE INOCENCIA


La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia.
Edgar Allan Poe (1809-1849) .




Aún recuerdo su imagen. Era un personaje anclado en el centro de la plaza de mi ciudad. Era parte de aquel paisaje. Pequeño de estatura, regordete, caderas anchas y piernas cortas y curvas. De cara redonda, labios muy finos y boca pequeña; imagino huérfana de besos pero abierta en sonrisas sinceras e ingenuas. Sus ojos muy azules, tiernos y curiosos. Descubridores y sorprendidos de las pequeñas cosas. Ojos asombrados del tiempo medido en amaneceres. La inocencia y la ingenuidad se enraizaron en su cuerpo y en su mente desde su primer párpadeo. Creció con el alma limpia. Le recuerdo con su mameluco azul gastado y descolorido, invierno y verano. De pie, siempre erguido sobre aquella garita improvisada con hierros viejos. Él y su silbato eran inseparables. Nunca oí su voz, sólo el sonido de ese silbato con el que imaginaba ordenar el tráfico. Sus brazos eran alas abierta a la ilusión, a la fantasía. Sus manos, pequeñas, agrietadas y quizás vacías de otras manos, eran su más elocuente lenguaje. Su dedo índice señalaba siempre, hacia izquierda y derecha, detrás y delante, puntos cardinales de esa imaginación sin límites, sin condicionantes. Él era la libertad, sin ataduras, sin tabúes, sin miedos. Parecía no necesitar nada más que ese espacio para ser felíz. Le era suficiente lo que en su viejo sombrero de paja, abandonado en la acera, recogía hasta que el sol le ponía puntos suspensivos al día. Entonces él plegaba sus brazos, envolvía su silbato en un amarillento pañuelo, se arrodillaba a la orilla de un banco y se persignaba mirando hacia el cielo. Agradecía la simplicidad del tiempo. La eternidad de sus días.


Muchas veces pregunté a mi madre en dónde descansaba, cuál era su hogar. Ella, con sus manos, me señalaba una frondosa araucaria que adornaba aquella plaza - Allí, me decía, allí con los jilgueros- intentando ocultar a mi niñez las sombras en la vida de aquel personaje, para mí, entrañable y lleno de magia. Entonces lo imaginaba convertido en pájaro acurrucando su inocencia en alguna rama. Alguna vez hasta creí ver que volaba alrededor de la fuente de mi calle, sediento, intentando beber en el cuenco de mis manos. Quizás por que sus fantasías y las mías coincidían.

Se llamaba Pedro. Lo llamaban Pedrito “El Loco”.
Imagen: Google

martes, 6 de julio de 2010

FUE

No lo que pudo ser
es lo que fue.
Y lo que fue está muerto
Octavio Paz-Biografía

http://javieramiraglia.blogspot.com/
Javiera, va por tí, por tu mirada

Fue.
Huella fugaz que se adelanta al recuerdo, hermoso trazo que dibuja la finitud. Tan sólo tres letras enlazadas que se gestan para desenterrar el ayer, que destejen hasta el instante. Grafía con inexistencia de mañanas.
Fue... heroico, simple, hermoso, desgraciado; fue... un héroe, un villano, un padre, un poeta, un amante; fue... loco, complicado, romántico, apasionado.
Fue... tuvo vida.
Fue... hace siglos, hace poco, ayer. Y el tiempo del verbo, viaja desde el pasado, espía la historia, rememora, acompaña la nostalgia y la palabra se silencia.
Pero el poeta no la abandona. Se apodera de su hermosura. Él prolongará su existencia, la impregnará de belleza.
Y ella, huella y humo, sabe que cuando su sonido sea verso, trascenderá. Será poesía.