"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

sábado, 27 de noviembre de 2010

ONIROMANCIA

                                                   El sueño es una escritura y muchas escrituras no son más que sueños-
                                                                                                                                                 Humberto Ecco

Secuencias:

el río pasa y sus aguas se renuevan;

y en la hierba, debajo del árbol que nos oculta, nos arropan hormigas de miel, untuosas, envolventes;
y despiertan los querubines que juegan entre aromas nocturnos, y se asombran...
mientras, el río pasa y se renueva;


y yo sostengo entre mis manos una manzana roja, muy roja, de textura brillante, de las que incitan a morderla; y en la rama más alta del árbol un pájaro agita sus alas de arco iris anunciando al universo ese instante de calma, en el que tú y yo mordemos la manzana y nuestras bocas se acercan
mientras, el río pasa y se renueva;


y llueven anheladas lluvias y sobre la hierba mi cuerpo, alumbrado, se estremece entre las hormigas de miel. Se duermen los querubines, se aquietan las alas del pájaro
y las aguas del río crecen, se desbordan;


y busco los restos de la manzana mordida y las huellas de la serpiente que vi arrastrándose antes de que llegara el diluvio.
Antes de que te marcharas del jardín. Justo antes de despertarme.


Imagen:  google

sábado, 20 de noviembre de 2010

LONTANANZA

                                                          ...si pudiera
    despertar en primavera
    y asombrarme
    cuando se desperezan
    los pétalos de una rosa
    en tu jardín
    estaría aún contigo.
 
    ...si pudiera,
    si fuera posible
    desandar lo transitado
    acaso, en tu rosal,
    tan sólo encontraría
    el frágil esqueleto
    de la distancia.





domingo, 14 de noviembre de 2010

EN OTRO LUGAR, EN OTRO TIEMPO.

Casi sin darme cuenta envejecimos juntos;
los abriles
el gemido que acunaba la distancia
el pertinaz mordizco de lo ausente
y el camino que retuvo, invertida,
mi sombra entre los álamos.
Y aquel olor a lluvia de otras lluvias
y el columpio en el patio
y el ceibo y el naranjo
mis trenzas y tus besos
y los vientos del sur y mi inocencia
el boceto inacabado del regreso
y las hilachas de mi cuerpo,
sin darme apenas cuenta,
ya se han arrinconado en la maleta.
Allí donde encanece este destierro
y las estaciones extrañan su destiempo
yo envejezco.

lunes, 8 de noviembre de 2010

DÍA DE GUARDAR


Es domingo. Día de guardar. En el pueblo los vecinos desfilan, incesantes, hacia la misa de  once. Mantillas negras cubren a señoras empolvadas y viudas de riguroso luto; blancas y vaporosas, de encajes suaves, adornan las melenas de las casaderas. Los hombres recios y lustrosos se agrupan durante el trayecto para charlas informales. Es el día en que se quitan los pecados del mundo. Domingo de confesiones, Padrenuestros,  Ave Marías,  Credos  y... la Paz está con tu espíritu.

María, la hija de Pedro, el herrero, vive en la parte más humilde y alejada del pueblo. Allí donde los pecados son más pecados sólo por que nacen entre el barro y los techos de zinc. Huérfana de madre y  la mayor de cinco hermanas.   Hoy se levanta más temprano para hacer las faenas y luego ser bendecida por Dios. Se viste de blanco. Absoluto. Algodones desgastados de tanta lavandina. Camina rumbo al templo con la cabeza encogida sobre su pecho. Es bella y la mantilla realza su belleza

Desde la puerta de la parroquia el religioso reconoce la armonía de ese cuerpo que se aproxima. Espera su llegada y anuncia a los feligreses el comienzo del sermón. María se arrodilla en la última fila. Advierte las suspicacias y las miradas. Entre sus manos se deslizan uno a uno los misterio del rosario. Los gozosos y los dolorosos. Nunca se confiesa. No quiere que la comunión borre el recuerdo de su pasado. No pide perdón porque con ese recuerdo vive y sueña. ¿Acaso la felicidad es un pecado?, se pregunta.

Terminada la misa, los fieles, de almas ya limpias y santiguados, se reunen en la plaza a comentar los últimos casamientos y bautismos. Que de amores ocultos, ni  de María, nadie se atreve a hablar frente a la casa santa.

En las calles van enmudeciendo los sonidos del domingo. Ella sigue allí, dentro, cabizbaja. Se acerca al altar mayor y reza tres Ave María y un Credo. El Yo pecador se niega a recordarlo.

Es día de recogimientos. El párroco, Juan, aún la observa mientras apaga las velas y saca brillo al oro del cáliz, se acerca y la bendice.

Ella mira sus manos. Las reconoce...


Nota:  la imagen esta tomada de Google-