"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

miércoles, 20 de febrero de 2013

Alejándome



Me alejo,
aún no sé hacia dónde, aún no sé porqué, ni por cuánto tiempo... o tal vez sí, y me resista a admitirlo.
Y acaso me resista porque el desarraigo implica dolor aunque el desapego me  motive a abrir alas y me lleve a soñar que  en el mundo hay un  lugar en donde  podré hallar  aquello por lo que  he luchado y  me he  esforzado día tras día  en conseguirlo. Y sea ese vuelo, aunque temeroso, el que me anime  a ir en busca de  ese espacio en donde la libertad y el respeto por el ser humano me permita acercarme a esas pequeñas cosas, esas que simplemente  nos sirven para sentirnos felices sin más recompensa que la dignidad.
Me alejo sin la convicción personal de que esto es lo que deba hacer, pero sintiendo esa presión interior que no deja salidas a la elección. Acaso  porque amordaza.
Me alejo, sí,  sintiendo ese hiriente silencio que sigue a los finales no elegidos, oyendo esa mudez asombrada de los adioses  imprevistos. 
Me alejo pero aquí,  en "mi  pequeño rincón", seguirá  la invisible grafía de mi alma y la tibieza de un suspiro que se resiste a las ausencias.
Ha sido este un espacio  que a lo largo de seis años me ha ido regalando, aparte del placer de la palabra, complicidades, afectos y aprendizaje.
Y aprender y emocionarse es colmarse de experiencia para la vida. Es acumular sabiduría. Y amigos.
Me alejo pero los seguiré visitando y quiero pensar que este ahogo ha de ser transitorio y que no cesaré en el empeño de hilvanar palabras.
Me alejo y tal vez sólo  nos separe  un enorme  charco, pero viajar para llegar hasta  donde nacen palabras es siempre un viaje placentero y porque  confío  en que éste ha de tener  la brevedad de los entretiempos. 
Y ahora, si me lo permiten, entornaré apenas esta mágica ventana, recogeré mis maletas repletas de palabras aún no dichas, y soñando desde ya con el regreso y sin girarme intentaré imaginarlos   despidiéndome.
  
                              ¿Por qué serán  tan insostenibles los adioses?    


Beatriz*
                      

viernes, 8 de febrero de 2013

BREVE ETERNIDAD






Hoy siento que te siento. Como entonces.  Con la misma intensidad. 
Tal vez sea este frío tan gélido que ahora recorre mi cuerpo lo que hace que  intuya tus cercanías.
¡Han pasado tantos años! Tanta vida tan  distinta y tan distante la tuya de la mía que, acaso, este presentirte tan sólo sea esa sensación de calidez que se adormece en el alma cuando la distancia separa lo que pensábamos que sería inseparable, o  acaso porque el recuerdo hace que las imágenes se entibien y sea esa tibieza la que hoy me abraza. 
O sea  este presente  con orfandad de sueños... o de realidades; o este vacío de todo, este dolor de algo o de alguien, esta ingravidez, esta soledad tan agria o este anuncio de nada ni de  nadie  lo que hace que ahora  te sienta aquí, conmigo. Como antes.  
O, tal vez,  porque  aunque tú y yo nunca fuimos todo jamás llegamos a ser nada. Y entonces sólo fuimos sin intención de   conjugarnos. Fuimos, si acaso,  el más secreto y bello  sustantivo.
 Fuimos instantes, fugacidades, amaneceres, brevedades intensas o, tal vez, una sola e  infinita  brevedad.
 Y un hoy sin tentaciones de mañana y un tal vez o un quizás. Y lo oculto, lo innombrable. Y  lo posible  y lo anhelable.
 ¡ Han pasado tantos años! y hoy, como entonces, siento que te siento. Aquí conmigo. Tu piel junto a la mía. Y todo es igual de intenso. Igual de cálido. 
  Acaso sólo sea   porque los te quiero y los para siempre, a veces, se anestesian de eternidad.