No, esto es el infierno. Me lo dijo convencido, sin mirarme a los ojos, apenas cruzamos la puerta. Salimos. La mañana de primavera era diáfana. El olor de los jazmines inundaba el patio y los jilgueros que chapoteaban con sus alas en la fuente me hicieron creer en el paraíso. Pero, cuando le vi a la sombra de un olivo, sentado en aquel banco verde, adormecido por la serenidad del paisaje, con la mirada perdida y su blanca cabeza inclinada sobre su pecho, como soportando el peso de una vida, me dije ¡sí, esto es el infierno!.
2 comentarios:
Es muy triste pensar en esas recompensas que te da la vida después de tanta lucha.
Escribes muy bien Beatriz
Saludos
Estoy siguiendote.Tu das un paso y yo otro. Creo que es una manera de acompañarnos. Gracias Patricia por tus piropos
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