Hoy
tenía ganas de salir a la calle y sentirme distinta, cambiar de
peinado y oler a fragancia nueva. Tenía ganas de vestirme de verde. Y busqué en aquel armario en el que yo aún
guardaba vestidos de mamá. Quería encontrar uno de color verde, tan verde como el de las hojas del jacarandá que adornaba
el patio de mi infancia y me anunciaba la primavera cuando aún no
había echado sus flores violetas. Y mientras removía aquel viejo ropero descubrí una caja de madera
atada con una cinta de raso roja. La caja había pertenecido a ella. Desaté el lazo que la envolvía y luego de acariciar su
textura, veteada en ocres y marrones, la abrí. Allí fue apareciendo, entre asombros, el mundo que mi madre había guardado
para mí. La
mañana era luminosa y los colores de esos objetos que aparecían
en la caja iban traspasando mi retina. Eran los colores de mis
días. De mis andaduras. Colores de gélidas mañanas en aquella
cocina pintada de blanco por las manos de mi padre, de carbones encendiéndose en el bracero y de llamas rojizas y naranjas que
entibiaban el frío violeta de la humildad y de aquel humo gris que
parecía retener el instante en una fotografía en blanco y negro. Colores de amaneceres con olor a pan tostado, de mermelada de fresa, de leche con chocolate caliente, de días de lluvia y barro, de pies mojados y zapatos rotos difíciles de reemplazar. Colores de abrazos y miradas y de
soles y de girasoles y de batas blanca almidonada y de paisajes que ya había olvidado y que redescubria en
esa caja de madera guardada por mi madre. Allí estaban, ordenadas
por fecha, antiguas tarjetas de navidad en las que me imaginaba
entonces corriendo por aquella blancura de la nieve tan deseada por
mí y tan desconocida; fotos de viajes en familia y en ellas, detenidos, todos los azules de todos los cielos de todos los
amaneceres y atardeceres juntos... aún.; un libro y entre sus
páginas una ramita seca de lavanda y la delicadeza de un aroma
que era para mí el olor del amor y el malva de su flor el color del infinito; una carta con la transparencia de la
adolescencia y un ”Te quiero hasta
el fin del mundo” que asociaba entonces aquel amor incipiente con la eternidad. Busqué su firma y descubrí que no la había
puesto. Supuse que era la metáfora de aquellos temores a la desnudez. A los atrevimientos que anunciaban lo aún no conocido.
En un
rincón de la caja y apenas visible, tal vez negándome la
posibilidad de una lágrima, estaba mi primer cuaderno de tapas
marrones y hojas lisas, quebradas y amarillentas, en donde unas
ilegibles palabras parecían escritas en los peldaños de una
escalera invisible. Las letras subían y bajaban en un desesperado
esfuerzo por decir algo. Tal vez porque en la infancia los días no son horizontales y los desequilibrios, todavía, no
acobardan. O porque la pureza de la inocencia acepta como un
entretenido juego de esfuerzo aquellos tambaleos que en la madurez
nos hacen sentir tan vulnerables
Guardé otra vez la caja en el armario. Me puse el vestido verde, até mi pelo con el viejo lazo de
color rojo que durante tantos años mantuvo recogido mis momentos. Me perfumé con una esencia que olía a naranjas recién
cortadas y a mis siestas de primavera. Junto a ti. Y pinté con rubor rosa mis mejillas
Salí a la calle y sentí que conmigo iban todos los colores de la vida. De mi vida. Era yo y la que fui.
Y no eramos distintas.
Y no eramos distintas.
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22 comentarios:
paleta de nuestro pasado. salir a la calle oliendo a recuerdos en tiempo presente.
abrazo, amiga*
BEATRIZ, qué más decirte de tu magia, de las fragancias e imágenes que unen nuestros textos. Con la diferencia que el tuyo es sublime.
Nunca pensé que una caja, algo tan adecuado para llenarse de recuerdos, pudiera estar tan colmada de colores, un autentico tesoro olvidado y que de nuevo sale a la luz como si el tiempo no hubiera pasado. Precioso, de verdad.
Qué razón tenía quien dijo que los colores residen en nuestra alma...tú me lo has confirmado con este relato tan entrañable. Felicidades.
Un beso
Me has hecho caer más de una lágrima.
precioso!
=)
Somos arcoiris cuando miramos hacia atrás. Todos tenemos esas curvas oscuras donde un lazo y una flor encuadernada nos devuelven a la luz. Hay que vestirse de verde, claro.
Sin lugar a dudas, estos si son los colores del alma; y sales vestida con la seguridad de los olores impregnado en la contención de la infancia que empalma con un hoy agradecido.
Un abrazo.
Me ha gustado el...te quiero hasta el fin del mundo... Que manera de querer se tiene al principio, y ahora... son distintas, pero son iguales. Un beso
Puro color tu entrada.
Dalo por hecho, te acompañan en la vida, esa que asalta con el recuerdo color a color con olor, esa vida de salir contenta a la calle, hoy.
Un hermoso cofre multicolor. Besito.
Esto es, seguramente, un instante de felicidad.
Precioso y magistralmente narrado.
Un abrazo
Qué bonitas las cajas llenas de recuerdos, fotografías, telas y cartas.
Un abrazo
Precioso Beatriz, un texto precioso me he sentido envuelta en esos recuerdos de colores de tu personaje.
Felicidades.
Un abrazo.
Que maravilla de relato Beatriz. Recuerdos llenos de colores que han llenado tu vida y que pululan por salir entre los objetos y las vivencias que la han inundado de sensaciones y momentos felices.
Este tipo de escritos me gustan especialmente.
Un abrazo cálido
Magnífico relato destapando tus recuerdos encerrados en esa caja donde amorosamente tu madre fué guardando momentos, instantes tuyos, instantes de ambas, vida encerrada en esas tarjetas postales, en esos pequeños detalles que nos traen al presente las vivencias del pasado, en ese cuaderno que pudoroso casi se esconde para no obligarte a soltar una lágrima.
Un bello relato, Beatriz.
Un abrazo.
Los recuerdos encerrados en una caja que se liberan y llenan de colores el aire y el alma. Las cosas que estaban atesoradas y salen a la luz conviertiéndose en arco iris. Tan bien contado que deja una sensación de paz. De vientos nuevos y coloridos.
Un abrazo.
Colores para pintar una vida.
Recuerdos, papeles, telas, objetos que creíamos perdidos y que se nos presentan con un color olvidado.
Texto serio, ameno y emocionante.
Besos
Un bonito relato que me ha encantado, por el contenido y por la forma. Enhorabuena.
<Un abrazo
Muy emotivo!
Una caja llena de colores y recuerdos... me gusta la fragancia de naranja!
Un beso.
¡Ah...!,esa caja, amiga mía, esa caja que nos acompaña segundo tras segundo de nuestra vida. A veces.., la ignoramos, pero es nuestra piel queramos o no; tierna primero, endurecida después, y, de vez en cuando, como en tu bella y nostálgica historia, la abrazamos y la regamos haciéndole recobrar la lucidéz, entonces nuestra mirada brilla de una forma especial.
Un abrazo desde Barcelona
FINA
"Tal vez porque en la infancia los días no son horizontales y los desequilibrios, todavía, no acobardan."
"Era yo y la que fui.
Y no eramos distintas."
Sublime forma de pintar la realidad de ayer y de hoy.
fuerte abrazo para tí, que sos la de siempre.
Un texto muy bello. Me quedo pensando en los colores de los recuerdos que, de una u otra forma nos habitan y acompañan, a veces sin darnos cuenta.
Beso grande
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