Un restaurador jubilado sacó a relucir su colección a la calle y la puso a la venta. Vicente Sánchez Ocaña concretó la idea que le dio vueltas por la cabeza hace más de 20 años. Amante de las reliquias, y de oficio restaurador, este español de 72 años decidió que ya era hora de sacar a relucir las antigüedades que durante una pila de años fue atesorando
Siempre soñó con tener una compra-venta como las que asombran a los turistas extranjeros en San Telmo pero el dinero no le alcanzó y la idea casi quedó archivada entre las vitrolas, las arañas, y los faroles del siglo pasado que fue amontonando en el garage... hasta que tomó coraje, sacó una reposera, una mesa y, a la sombra de dos crespones fue acomodando cada una de sus piezas antiguas y una gran cantidad de cuadros que él mismo pintó. Así, la acera de su sencilla vivienda se transformó en una marquesina donde conviven unos binoculares de bronce, con una especie de arpón de la guardia imperial suiza, o la colección de monedas de los tiempos en los que España no era ni por asomo la potencia económica de hoy.
De esa España que se desangraba en una cruenta guerra civil llegó Vicente en 1950, junto con sus padres y sus cuatro hermanos. Atrás quedaron los ocho años que pasó en el seminario San Juan de Dios de la provincia de Granada. Ahí nació su gusto por las restauraciones y aprendió el oficio, pero la Argentina de mediados del siglo pasado lo que reclamaba eran manos dispuestas a trabajar la tierra y Vicente se pasó una década plantando cebollas y cultivando en las viñas mendocinas.Después se puso el traje de comerciante y anduvo recorriendo las provincias promocionando chicles para la empresa Adam´s, hasta que un grave accidente lo obligó a jubilarse cuando todavía era joven.
Por entonces, ya se había asentado en Río Cuarto, una ciudad a la que nunca esperó llegar pero que había caído en la lotería de traslados decididos por la empresa, como su último destino. Llegó a hacer restauraciones en la iglesia Catedral, de donde se trajo “El purgatorio”, una enorme pieza de madera que fue traída de la italiana Trento y que, luego de estar años en la Catedral había quedado arrumbada en un rincón.Con paciencia la fue restaurando y hoy dice que le cuesta desprenderse de sus cosas-Le tengo cariño a todo -.
Entretanto, por la vereda pasan transeúntes que se quedan extasiados ante las farolas y las arañas de fundición.Vicente no parece tener ningún apuro en que esas piezas que lo acompañaron por años, lo abandonen.“Cuando el tiempo está lindo como hoy, saco todo a las cinco de la tarde y me quedo hasta que el sol se empieza a poner, aquí me paso las horas y me encanta”, dice.La feria de cuadros y antigüedades, más que un emprendimiento comercial que vaya a notarse en su billetera, se parece a la excusa perfecta que encontró un hombre inquieto para sentirse arropado por los objetos que forman parte de su historia personal.
Artículo publicado en Diario Puntal -Río Cuarto -Argentina.
Siempre y de alguna manera intentamos encontrar algo que nos recuerde nuestro pasado . El exilio dorado no existe, pero los que hemos tenido que enfrentarnos a esa realidad y mantenemos la dignidad por encima del dolor , seguimos viendo los infinitos caminos que nos proporciona la vida. Y al final son ellos, los que provocaron ese destierro los que tendrán que ir para siempre con los ojos cerrados para no cruzarse con el desprecio y la verguenza de toda la humanidad. Caminarán a oscuras , mientras otros como éste vendedor de reliquias recuperarán ilusiones para seguir disfrutando cada día.
Siempre soñó con tener una compra-venta como las que asombran a los turistas extranjeros en San Telmo pero el dinero no le alcanzó y la idea casi quedó archivada entre las vitrolas, las arañas, y los faroles del siglo pasado que fue amontonando en el garage... hasta que tomó coraje, sacó una reposera, una mesa y, a la sombra de dos crespones fue acomodando cada una de sus piezas antiguas y una gran cantidad de cuadros que él mismo pintó. Así, la acera de su sencilla vivienda se transformó en una marquesina donde conviven unos binoculares de bronce, con una especie de arpón de la guardia imperial suiza, o la colección de monedas de los tiempos en los que España no era ni por asomo la potencia económica de hoy.
De esa España que se desangraba en una cruenta guerra civil llegó Vicente en 1950, junto con sus padres y sus cuatro hermanos. Atrás quedaron los ocho años que pasó en el seminario San Juan de Dios de la provincia de Granada. Ahí nació su gusto por las restauraciones y aprendió el oficio, pero la Argentina de mediados del siglo pasado lo que reclamaba eran manos dispuestas a trabajar la tierra y Vicente se pasó una década plantando cebollas y cultivando en las viñas mendocinas.Después se puso el traje de comerciante y anduvo recorriendo las provincias promocionando chicles para la empresa Adam´s, hasta que un grave accidente lo obligó a jubilarse cuando todavía era joven.
Por entonces, ya se había asentado en Río Cuarto, una ciudad a la que nunca esperó llegar pero que había caído en la lotería de traslados decididos por la empresa, como su último destino. Llegó a hacer restauraciones en la iglesia Catedral, de donde se trajo “El purgatorio”, una enorme pieza de madera que fue traída de la italiana Trento y que, luego de estar años en la Catedral había quedado arrumbada en un rincón.Con paciencia la fue restaurando y hoy dice que le cuesta desprenderse de sus cosas-Le tengo cariño a todo -.
Entretanto, por la vereda pasan transeúntes que se quedan extasiados ante las farolas y las arañas de fundición.Vicente no parece tener ningún apuro en que esas piezas que lo acompañaron por años, lo abandonen.“Cuando el tiempo está lindo como hoy, saco todo a las cinco de la tarde y me quedo hasta que el sol se empieza a poner, aquí me paso las horas y me encanta”, dice.La feria de cuadros y antigüedades, más que un emprendimiento comercial que vaya a notarse en su billetera, se parece a la excusa perfecta que encontró un hombre inquieto para sentirse arropado por los objetos que forman parte de su historia personal.
Artículo publicado en Diario Puntal -Río Cuarto -Argentina.
Siempre y de alguna manera intentamos encontrar algo que nos recuerde nuestro pasado . El exilio dorado no existe, pero los que hemos tenido que enfrentarnos a esa realidad y mantenemos la dignidad por encima del dolor , seguimos viendo los infinitos caminos que nos proporciona la vida. Y al final son ellos, los que provocaron ese destierro los que tendrán que ir para siempre con los ojos cerrados para no cruzarse con el desprecio y la verguenza de toda la humanidad. Caminarán a oscuras , mientras otros como éste vendedor de reliquias recuperarán ilusiones para seguir disfrutando cada día.
1 comentario:
Te paso este mail de Silvia Kohan para vos:
Querida Beatriz
Me gusta mucho la atmósfera que creas en tus relatos, tu página es una peculiar danza de una vida, sin duda.
Silvia
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