"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

lunes, 27 de junio de 2011

PALABRAS GUARDADAS


Usaron siempre las palabras justas, las imprescindibles .
Disfrutaban dejándose acariciar por las primeras brisas. Caminaban por el valle, cogían nísperos frescos, bebían agua de la fuente, se querían. Se sentaban sobre la hierba y ella leía poemas. En voz alta recitaba palabras ajenas, sonidos que llegaban desde el alma del poeta y soñaban .
El la miraba y sonreía. Ella le devolvía la sonrisa.
Sus silencios eran tan prolongados que les eran suficiente apenas unos pocos gestos para admirarse, para entenderse. Habían aprendido a descubrirse, a sentirse, callados.
Al anochecer cuando llegaba el reposo, las palabras que habían silenciado, las que no necesitaron decirse, las escribían en unas hojas apergaminadas y las guardaban en una caja de madera con olor a pino, a esos pinos que rodeaban su casa, que olían a sus vidas.
Allí fue quedando la huella de sus días. El sigilo de su tiempo compartido.

Y cuando se fue aproximando esa oscuridad que necesita del sonido porque su sombra asusta, cuando presintieron que llegaba el silencio absoluto, abrieron la caja de madera con olor a pino y despertaron las palabras adormecidas, las que habían escrito. Ella las leyó con la misma emoción que había recitado aquellos versos cuando se sentaban en la hierba. Con la voz en alto. Y  escucharon los sonidos guardados. Los suyos.
El la miró con la ternura de siempre y pronunció las palabras justas. Las mismas que ella alcanzó a decirle antes del adiós.

Imagen: Google

lunes, 20 de junio de 2011

INDIGNADOS


Fotografía captada por Pablo Tello, mi hijo, en la marcha del 19-J


"La madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño" -Friedrich Nietzsche


       

sábado, 11 de junio de 2011

HABLEMOS...MAÑANA,



Ven.
Acércate y hablemos. Hablemos de ti, de mí, de nuestro tiempo. Del otro tiempo. Aquel en el que nuestro gato se adormecía espiando sin pudor nuestras caricias
Hablemos de nuestros amaneceres, de mi postre de dulce de leche sobre la mesa con el mantel a cuadros, de tu lengua relamiendo las tostadas y de mis labios rozando la dulzura de los tuyos. Hablemos de Cortázar, de su Maga y de la ternura de sus palabras que se adormecían junto a ti sobre la almohada. De los versos de Lorca, de Cernuda, de Machado, que leíamos en en el jardín hasta que el sueño o el deseo de besarnos nos enmudecía
Hablemos de nuestros paseos, del puzzle de utopías, de las lluvias imprevistas y de nuestro único paraguas, sólo uno para dos almas aún húmedas. De la baldosa floja que siempre pisábamos y de mi falda embarrada. Y de tu risa.
De los zapatos negros que compraste con tu primer sueldo, los que te apretaban. Y de tu elegancia con aquel traje gris que estrenaste en ese nuestro primer aniversario.
Y del vals que bailamos. Y de tus pies descalzos en mitad de la noche. Y de mis risas
Hablemos de mi vestido azul que te gustaba por que dejaba translucir mis embestidas.
De mi barriga gestada y de tus dedos intentando descubrir la vida que se anunciaba,
Hablemos de lo que fuimos y lo que hicimos para que no se nos difumine.
Para recordarlo. Siempre .

Y luego... hablemos del ahora, de lo que no nos pasa, de lo que no sentimos y que no ha sido eterno como creíamos porque fuimos tan tontos que lo descuidamos y se ha ido despacio, tan despacio, que apenas si nos hemos dado cuenta.
Hablemos. Hagámoslo ya, antes  de que se despierten nuestros niños, antes de que todo nos lastime, antes  de que mis ojos y los tuyos se humedezcan.
Y, por favor, no digas más... mañana. Porque en cada anochecer se acrecienta la distancia y se  nos anestesia la piel.  Y las palabras enmudecen de tristeza. Y se despiertan nuestros niños. Y callamos.