"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

viernes, 30 de diciembre de 2011

EL ALMA DE MI SOMBRA




La vi, agazapada, a la vera de la ventana. La luna se asomaba cauta entre las ramas del olivo y ella se fracturaba con el parpadeo de la luz que atravesaba los cristales. En su perfil se repetía la languidez de mis movimientos. Buscaba vida. Percibí la fragilidad de su presencia y sentí el repentino abandono de mi cuerpo. Mi esencia se fundió en su sosiego, la arropó. Y ya en mí, ella  sintió los latidos del alma. Existió. Fuimos. Opacidad y luz.  Penumbra y creación. Fui su forma hasta que la noche se hizo oscuridad cerrada. Silencio. Ella fue sustancia, hasta que vacía de mi, regresó a la horizontalidad donde descansan  las sombras.

viernes, 16 de diciembre de 2011

CREACIÓN




Llueve. Su rostro se vislumbra tras ese claroscuro que van dejando las gotas al deslizarse sobre el cristal y en el que llegan a descubrirse.
Gotas inquietas, zigzagueantes, que se rozan, se agrandan, se multiplican, se expanden, saltan, se vuelven perlas sobre el limbo de las hojas o hilvanan su transparencia entre las asperezas de las ramas. Descienden. En ese espejismo sin asideros ella percibe el sigilo de la belleza. Su huella. Tan efímera en su esplendor como breve su existencia.
Las gotas ralentizan su descenso y acarician su sombra. Se entregan antes de su caída. Antes de explotar sobre el alféizar de su ventana. Antes de que con ellas muera también la palabra que las nombra.
Ella las ve caer. Oye el sonido que surge al estallar la forma, el que fragmenta el silencio. Siente la inquietud que precede a la creación. El alumbramiento. Cuando nace la palabra que atraviesa su alma y perpetúa la fugacidad de la gota. El desgarro del instante.

Fotografía:  Javiera Miraglia