"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

viernes, 27 de noviembre de 2009

CICATRICES

Las huellas del dolor, de su dolor, se dibujaron en el espejo. Esquirlas de cristal que herian el alma de una mujer. Mujer encogida entre retales de una vida no elegida. Transitadas huellas en un trayecto vacío de emociones. Atrapada en contradicciones ¿ Acaso sabía algo del amor ?. Nunca se lo hicieron sentir. Sólo se ocupó en entregarlo .
Jamás tuvo valor para pronunciar un ¿porqué?. Enmudecía por temor a la respuesta.
Pero allí, enmarcado su rostro en ese espejo, descubrió el horror.
Y pintó sus ojos con sombras que borrararon los restos de su tristeza. Enmarcó sus labios amoratados con un rojo pasión que asombró a a los semáforos. Su falda estrecha dibujó una silueta que envidiaron los pasos de cebra cuando sus pies, adornados con finos tacones, dieron pasos hacia la vida.
Esa mañana las flores que abrían sus pétalos a tempranas horas interrumpieron sus bostezos de colores para no eclipsar el camino a una esperanza.
Y ella con la cabeza bien alta, miraba hacia el cielo buscando una nube que cubriera para siempre su ayer, pedía a las golondrinas que anunciaran con prisa la primavera, al sol que quemara sus recuerdos. Caminaba. Miraba de frente. Descubía la vida. Empezaba a creer. Sentía. Pensaba. Se quería... al fin.
Una tímida y aún olvidada sonrisa, arrancada a las cicatrices del pasado, se fue dibujando en sus labios para enfrentarse a un “después ”. Había comenzado a creer que en algún recodo del camino, otro tiempo le esperaba.

Nota: el post de una despedida momentánea

viernes, 20 de noviembre de 2009

LA GATA DE MI AMIGA


La gata de mi amiga es preciosa. La fotografié este verano, durante mis vacaciones. Era una de esas mañanas en las que, después de “nuestras labores”, nos encontramos vecinas/amigas alrededor de la piscina. Allí solemos reunirmos para nuestras sesiones de “terapias veraniegas”. Hacemos, lo que le hemos dado en llamar, coloquios de filosofía estival. Hablamos de nuestros hijos, de nuestros maridos, de la última novedad de la tele, de sexo, cine, gastronomía, del libro que hemos leído, de lo que ocurre en el mundo ... y de nosotras mismas. ¡Cuánto nos llegamos a reir en nuestras tertulias!. Organizamos fiestas infantiles, cenas informales, “la noche de la tortilla”, “la fiesta de la cerveza”, “la noche de las máscaras”, etc... En definitiva tratamos que esa gran familia de verano en la que nos hemos convertido sea lo más felíz posible y mientras transcurre la cálida estación intentamos olvidarnos de los problemas que habitualmente nos preocupan el resto del año.
Pero la gata de mi amiga esa mañana estaba rara, maullaba continuamente, estaba arisca a las caricias, y cuando la fotografié no puso su mejor cara. Creo que le molestó que retratara su mal humor. Durante el resto de la mañana permaneció encogida contra el marco de la puerta, atenta, vigilante, en una extraña actidud de defensa. Lo comentamos, pero no pasó de ser una pequeña anécdota más en una mañana de verano
Al atardecer mi amiga, la dueña de la gata, recibía el diagnóstico de una revisión que por rutina se había hecho hacía unos días. Una revisión de aquellas que todas las mujeres nos solemos hacer cada cierto tiempo. La gata la miraba, con una mirada especial, mientras ella abría aquel sobre. Con sus patas arañaba la madera del marco. Estaba desconocida.
Y en tan sólo unos segundos, los que ella tardó en abrir el sobre, en el rostro de mi amiga se desdibujaba la sonrisa. También la nuestra, las de quienes compartíamos con ella el inesperado anuncio.
Pero la gata de mi amiga, que es de quien les estaba hablando, como cualquier animal, no entiende de estas cosas. Fue sólo una casualidad lo que hizo que esa mañana no tuviera ganas de jugar, ni de saltar, ni siquiera de comer su diaria ración de alimento. ¿O tal vez no?
De cualquier manera, estoy segura que Gala, que así se llama la felina, pondrá su cara más alegre en la próxima foto. Y mi amiga volverá a sonreir, y nosotros con ella.
Cuando todo pase, que pasará, (estoy convencida de ello), volveré a fotografiar a Gala...y también a mi amiga. Felices otra vez.
Fotografía: Beatriz

domingo, 15 de noviembre de 2009

DESAMPARO


Él lo encontró allí. De repente, en una calle cualquiera, se enfrentó con esa soledad impuesta.
Un cuerpo cansado, deshabitado de afectos, vacío de voces que le devolvieran su identidad, se había acurrucado en la acera. Cuna de los sin nombre, de los sin nadie. De los sin nada.
¿Quién lo había arrojado a esa libertad de huérfano?¿Acaso fueron la dulzura de sus ojos, los bostezos a los pies de su dueño solicitando ternuras, merecedores de ése abandono? Hospedado en el desamparo, en noches sin rincones propios, despojado de manos que acariciaran su lomo, sin su manta raída junto a una cama, sin olores reconocibles...se había abandonado. Y desandando caminos extraños, exhausto, había cerrado los ojos a una vida que no le pertenecía.
Él lo encontró allí. Su mirada a través de la lente percibió la tristeza. La cámara captó su desamparo. Sólo unos segundos bastaron para fijar el gemido del alma, el dolor y la belleza de una imagen fundida entre los matices amarronados de una pared que amparaba aquel cuerpo, que disimulaba la intensidad de esa desesperanza.

Fotografía : Pablo Tello
¡va por ti hijo!

lunes, 9 de noviembre de 2009

AMANTES

Todas las formas de carne
son hijas del tiempo.

Cartas de creencia, Octavio Paz



“Alguna vez”... se habían dicho en la despedida. Se prometieron un “alguna vez ...” que eternizara la tensión de sus cuerpos.
Hoy, después de muchos años, están otra vez frente a frente, mirándose, tímidamente atreviéndose. Esperando que sus manos retomen el vuelo que dibuja las formas de la carne. Que la noche infinita, desnuda de vergüenzas, penetre en la habitación de los espejos y el amanecer descubra sus cuerpos cubiertos sólo por las invisibles sábanas del placer. Ser como eran, innombrables, ocultos, desafiantes de la verdad. Viviendo solos el roce de sus pieles, sin palabras, sin murmullos que ahuyenten el goce. Volver a ser amantes, sin juicios, sin explicaciones, sin culpas. Allí están, como antes frente a frente, creyendo en la eternidad de lo temporal, queriendo convertir en infinito aquel "alguna vez”.
Pero es el tiempo, implacable juez, quien ahora les niega la magia del pasado y el silencio en el que se habían amado se ha fundido entre los sonidos del mundo ahogando aquel secreto. Las luces le dieron transparencia, y ellos se volvieron nombre y forma y voz.
Y el secreto de los amantes se grabó en los escaparates de la vida, se dibujó en las paredes, dejó huellas en los caminos, se mezcló entre el vuelo de los pájaros que se adueñaron de él para soltarlo en el aire. Lo innombrable se enfrentó con la realidad. Enmarcó de repente la geometría de sus cuerpos en el ahora. Se volvió imagen. Se hizo visible. Identificable. Entonces imposible .
Del pasado sólo recuperaron el recuerdo.
Sólo ellos... los recuerdos... pueden ser eternos. Lo oculto sólo trasciende en la memoria. Y alli permanece.