"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

viernes, 23 de octubre de 2009

LA SOLEDAD DE UNA VOZ


Dentro de aquellas paredes sólo había quedado ella, silenciada. La casa, vacía, aún la habitaba.
Y esperaba.
Sólo la acompañaban las palabras que con el tiempo se habían acumulado en aquel espacio.
Buscó un rincón frente a la ventana desde la que durante tanto tiempo, al abrirla, acariciaba con adjetivos las flores que alli abrían sus pétalos cada estación. Esas palabras que habían ido llenando de sonidos los poros de las paredes. Ella y su mudez presente añoraban esos sonidos. La vacuidad la arropaba en su desaliento. La protegía en su desamparo. Mutando, de habitación en habitación, fue recordando susurros, palabras, frases, nombres, propios y comunes, y verbos…comer, salir, hablar, caminar, estudiar, soñar… Verbos que sembraron de vida esta casa hoy sin dueños.
Aspiró una burbuja de oxígeno para humedecer sus cuerdas vocales, para recuperar su tono y su timbre y siguió esperando.
Era consciente de que había llegado el momento en que otra la reemplazaría .


-Hola - dijo la voz - al presentirla. Te esperaba, sabía que vendrías a despedirme.
-Hola - contestó la recién llegada - También yo intuía que iba a encontrarte, agregó. Ambas sabemos que nuestro sonido no muere sólo se silencia, agregó sorbiendo también un poco de oxígeno que le ayudara a modular la emoción. Permanecemos aún despues de la ausencia, incluso después de la muerte, aunque callemos. ¿Quién acaso no recuerda la voz de su padre, del maestro gruñón, el balbuceo de un hijo, o la dulzura del tono de una madre?
Y la vieja voz que empezaba a guardar sus sonidos fue contándole sus recuerdos a la recién llegada, a la voz que venía ahora con nuevos nombres, nuevos adjetivos y verbos de otras vidas que poco a poco irían cubriendo el eco de la casa hoy vacía. Necesitaba evocarlos, tal vez, para finalmente fundirse con ellos.
Luego llegó el adiós. La despedida.
Ella, la vieja voz se fue silenciando, enmudeciendo. Ausentando. Llevaba consigo un equipaje cargado de palabras ya dichas. Las de quienes las habían pronunciado
La otra, la recién llegada empezaba a penetrar por las arterias ocultas de las paredes para impregnarlas de fonías nuevas.

lunes, 19 de octubre de 2009

EXTRAÑAS EN EL PARAISO



Llegué cargada de macetas.
Había comprado helechos, orquídeas, ficus, geranios. Estaba exultante. En mi nueva casa tenía al fin lo que siempre había soñado. Una terraza. Iba a llenarla de flores y fragancias.
Al abrir la puerta para descargar mis herramientas de jardinería me encontré con unos inesperados visitantes. Ellos (imagino que macho y hembra) no se alteraron con mi presencia. Tal vez por que tenían claro que ése era su lugar y yo su invasora. Yo era la que interrumpía con mi presencia sus escarseos amorosos.
Entonces pensé , ¿porqué no compartir espacio con tan reconfortante y romántica imagen?
Pero el amor ¡ay, cómo siempre! comenzó a mostrarme su lado oscuro.
Mi terraza, (empecé a replantearme la propiedad) la que creía que podía convertirse en un Edén, en donde Adán y Eva (así los había bautizado) podrían dar rienda suelta a sus instintos naturales sin castigos bíblicos (tampoco había algún fruto prohibido que les provocara tentaciones) se teñía continuamente de pinceladas blanquecinas fruto de las expulsiones intestinales de la bienamada pareja.
En vano fueron mis intentos (no agresivos) de persuadirlos de que mi intención de "compartir" un lugar era sólo para no interrumpir la belleza de su romance y que, tonta de mí, pensaba alegraría mi paisaje.
A estas horas y después de fracasar en todas las opciones posibles con el bienintencionado propósito de que mi territorio sea ¡¡mío y sólo mío!! y que mi armamento para obligar a que mis acurrucados invasores se pongan en retirada (agua, globos que se mueven atados a las barandillas, molinillos de viento, ruidos con tapas de ollas, etc.) no haya dado resultado, sólo se me ocurre pedir a la comunidad bloggera que colabore en mi desesperado intento para que mi pequeño paraíso tenga un agradable e higiénico aspecto.
¡¡Por favor !! ¿alguien tiene alguna brillante idea que impida que me convierta en asesina de Adán y Eva?
Amo a los animales, pero éstos (tortolos/as embobados/as) han podido con mis nervios.
Hasta se me ocurrió plantar "el árbol de la ciencia del bien y del mal", por aquello que alguien(creo que me lo enseñaron en el colegio) alguna vez dijera que quien probara su fruto sería expulsado del paraíso, (en este caso de mi terraza) pero me ha sido imposible encontrarlo en las jardinerías
¡Ah, que no se les ocurra aconsejarme que traiga una serpiente!
Satanás en mi jardín no me haría ninguna gracia. En ese supuesto la que terminaría yéndose sería la que hoy les está contando esta historia tan rocambolesca.
Imágenes: Beatriz

jueves, 15 de octubre de 2009

¿EN QUIÉN SE INSPIRÓ?

Esta viñeta de Carochinaski (la he rescatado de imágenes de Google), es el fiel reflejo de mi estado actual.

sábado, 10 de octubre de 2009

EL SECRETO DE ABRIL


Una hoja del calendario se ha desprendido del resto de los días. La débil brisa de una estación incipiente la arrastra a contratiempo. Un niño de bata blanca y mochila somnolienta la acaricia con sus pies a horas tempranas.
La acera no la reconoce. La deja transcurrir. Ella sigue dando volteretas a los segundos que le suceden.
Un anciano de lento transitar la empuja con su bastón. Entonces levita jugando con el aire.
Un trasnochado romántico hace sonar un saxofón en una esquina y el resoplo le pone música a su vuelo.
Y Abril, la hoja, baila. Hasta que la gravedad, implacable, la atrae.
La rama de un álamo solidario deja caer una hoja seca con ternuras de otoño para mimarla en su descenso y un charco le hace guiños llamándola para arroparla .
Ella se deja querer mientras su piel envejece y envuelve entre sus arrugas una fecha señalada con tinta roja. ¿ Un instante, una cita, un recuerdo ?
Un secreto, acaso, que se pierde con Abril.

Nota.: Palabras de otro tiempo, en otro lugar. Las estaciones son eternas viajeras.

sábado, 3 de octubre de 2009

EL JARDÍN DE LAS ORQUÍDEAS


Abrió las puertas del altillo y allí, adormecida, estaba su vieja cartera y en ella, el tiempo detenido.
Saldos de su vida. Un antiguo bolígrafo Parker destintado, una servilleta de papel con un corazón dibujado, una agenda y una dirección en letras rojas. Un perfumero vacío de fragancia, pero amenazando recordársela.
En un ticket de autobús, apuntado en una esquina … un nombre y escondida en un bolsillo de la cartera, prieta, en una pequeñísima caja atada con una cinta roja una entrada del cine Avenida, el de su viejo barrio, que le trajo al presente una última fila, una mano en su mejilla y un beso. Recordó el título de la película que vieron juntos, “Rebelde sin causa”. Y rió al acordarse de los celos que él sintió de James Dean, cuando en realidad ella se había emocionado con la ternura de Sal Mineo.
Después aparecieron unas llaves, que abrieron inolvidables momentos, tras una puerta en noches cerradas, y un sobre con el diagnóstico que un día le puso límites a su felicidad. Cerró entonces la cartera y salió al jardín. Necesitaba aspirar un poco de aire fresco. Las flores empezaban a abrir sus pétalos, anuncios de otra primavera. El aire olía a savia nueva.
¿Por qué siempre dejamos restos de nuestra vida en alguna cartera?, se preguntó mientras encendía una lumbre para quemar esos restos del ayer; para convertirlos en cenizas. Tal vez, pensó, las cenizas esparcidas en mi jardín de estos viejos recuerdos se mezclen con la tierra abonada y acaso allí, en alguna primavera, broten orquídeas. ¡Mi flor preferida!, dijo mientras sonreia y pedía un deseo. Por aquello de las tradiciones, simplemente. Era su abuela la que siempre le había dicho: “La orquídea es una bella flor, es la flor del amor, pero también de las mentiras”.
Hoy, en su pueblo, quienes la conocen, o dicen conocerla, los que viven su presente, cuentan que hay en su casa un bellísimo jardín pleno de orquídeas. Rumorean que por las noches, “la Señora Viuda” perfuma su cuerpo con el rocío impregnado del aroma de sus flores. Hasta dicen haber visto merodear a un colibrí buscando el polen de sus orquídeas. ¡Cúantas cosas dicen en el pueblo!
Pero ella, que se deshizo del pasado, que ha vuelto a sentir, que se ha desnudado de amarguras, exprime ahora sus sensaciones, y al igual que sus orquídeas siempre espera dar la bienvenida a algún colibrí que se acerque hasta su alcoba buscando su néctar. No sólo ha quemado los recuerdos...¡ También los prejuicios!
Y los del pueblo...¡Qué caray! ¡Qué hablen!