Abrumado con tanta responsabilidad, el animal había huído. Alguien le vio en la escapada. Cabizbajo, la mirada perdida, ensimismado y con paso muy lento caminaba bajo la lluvia. Hacía frío. Se detuvo y bajo un árbol se guareció en un casi desesperado anhelo de protección. Hacía mucho tiempo que nadie lo acariciaba,y allí se quedó. Pero sus ojos no dejaban de mirar hacia aquel punto desde adonde había partido. No podía abandonarla y regresó. Abrió la puerta y allí estaba, como siempre, sentada en la maldita silla. La arrimó hasta la ventana para que pudiera ver el jardín a través de los cristales y le acomodó la melena -¡Al fin has vuelto, Animal!- dijo ella.
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