Julia habia sufrido tanto que, involuntariamente, fue cerrando páginas a los placeres. Su historia quedó vacía. Deambulaba. Creyó ver el final, alli adonde no caben ya los estímulos que envía la voluntad. Nada ni nadie ahuyentaba aquel autismo en el que estaba sumida. Ya no esperaba amaneceres. Había quedado inmune a las sensaciones. Desaparecieron de su vida los olores, los colores, los tactos, las imágenes.
Fue una mañana, en que tímidamente corrió el visillo que adornaba su ventana y miró su jardín sin flores, sin fragancias, ausente de manos que lo adornaran, cuando le vió. Allí estaba Nico. Silencioso. Solo. Él necesitando de ella, de sus caricias. Pero solo, sin pedir nada, respetándo sus ausencias como si presientiera que él no cabía en el pozo de esa angustia. Ella se quedó trás los cristales mirando su cara. La boca abierta y la transparencia de la gota que caía del grifo, descansando en su recorrido sobre aquella lengua sonrosada y sedienta, humedeciéndola. Una tímida gota calmaba su sed. Él, solamente, trataba de no dejar escapar ése placer.
Julia abrió entonces la ventana. Sintió de repente la necesidad de hacerlo y lo llamó como hacia tiempo que no lo hacía. Y agazapado, despacio, cauteloso, él se fue acercando. Sentía respeto por los silencios de su dueña. Lo acurrucó junto a su pecho y lo acarició. Sus ojos tenían un brillo especial, él no se había rendido, seguía disfrutando de una tímida gota que calmaba su sed, de una caricia, de un abrazo. Abrió entonces todo el ventanal, corrió los visillos, miró la mañana, puso algunas flores que aún se conservaban en una jarra con agua fresca y aspiró nuevamente el perfume de la vida. Nico, su gato la había despertado del letargo. Dieron un paseo por el jardín. La lección estaba aprendida.
Fue una mañana, en que tímidamente corrió el visillo que adornaba su ventana y miró su jardín sin flores, sin fragancias, ausente de manos que lo adornaran, cuando le vió. Allí estaba Nico. Silencioso. Solo. Él necesitando de ella, de sus caricias. Pero solo, sin pedir nada, respetándo sus ausencias como si presientiera que él no cabía en el pozo de esa angustia. Ella se quedó trás los cristales mirando su cara. La boca abierta y la transparencia de la gota que caía del grifo, descansando en su recorrido sobre aquella lengua sonrosada y sedienta, humedeciéndola. Una tímida gota calmaba su sed. Él, solamente, trataba de no dejar escapar ése placer.
Julia abrió entonces la ventana. Sintió de repente la necesidad de hacerlo y lo llamó como hacia tiempo que no lo hacía. Y agazapado, despacio, cauteloso, él se fue acercando. Sentía respeto por los silencios de su dueña. Lo acurrucó junto a su pecho y lo acarició. Sus ojos tenían un brillo especial, él no se había rendido, seguía disfrutando de una tímida gota que calmaba su sed, de una caricia, de un abrazo. Abrió entonces todo el ventanal, corrió los visillos, miró la mañana, puso algunas flores que aún se conservaban en una jarra con agua fresca y aspiró nuevamente el perfume de la vida. Nico, su gato la había despertado del letargo. Dieron un paseo por el jardín. La lección estaba aprendida.
Imagen:Google
12 comentarios:
A veces un pequeño detalle que nadie ve, nos vale para ponernos las pilas y despertar.
Me has recordado a mi gato Kuki, tan mono él. Fue un gran amigo en mi infancia. Curiosamente le tenía preparado un post. Ya lo publicaré.
Besos.
precioso, tanto la foto como el texto... amo a los gatos y todo lo que ellos hacen por nosotros, muchos no lo ven, pero su presencia aporta magia a nuestra vida.
saludos!
Es así Lunaria, a veces el brillo de una estrella, la mirada de un niño,el gesto de un animal consiguen ese milagro que nos hace falta para darnos cuenta que ¡existimos! -
Espero tu post sobre tu gato.
Gracias por visitarme- Besos
Chris, una agradable sorpresa encontrarme con tu visita. Gracias por entrar a esta mi casa y por tu comentario. Los gatos son casi una cautelosa sombra que nos protegen. Siempre están alli, observándo nuestros días y sólo esperando de nosotros como recompensa ...una simple caricia.
Saludos-
gracias, por los gatos y los gateros...un beso
Dante, los gatos te agradecen tu visita, ¡Miauuuuuuuu!.......Y yo que de gata sólo tengo los ojos te envío una caída de párpados por tu siempre agradable presencia. Besitos.
Muy dulce, Beatriz. Veo en la mirada de Nico la de mi Luna (ella es una can...), esos ojitos con que parecen interrogarnos. Desde la simpleza de su mundo nos acercan muchas veces la ternura cuando más la necesitamos. Y lo has transmitido tan bien.
Un beso.
Luzdeana, tengo la certeza que la mayoría de las veces los humanos(racionales)necesitamos mucho más de esos pequeños seres( tengo dudas de que ellos no razonan) Su compañía, su mirada, su dulce entrega hace que en nosotros afloren sentimientos en su más pura escencia. ¡cuánto tenemos que aprender de ellos!
Besitos y hasta la próxima
Vuelvo.
Preciosas las palabras que me regalaste en mi pausa...
Un abrazo.
¡Bienvenido, Infinito Jordi!.Cuando alguien de la familia se aleja, los demás siempre estamos esperando el ruido de la cerradura de la puerta que nos anuncia de su regreso. Seguiré tu andadura y esperaré tus visitas.-Saludos
Hola,
a mí no me gustan los animales. . .aunque con un matiz ,cuanto menos, inquietante: Me gustan los animales siempre y cuando no sean míos! ¿raro no? Púes sí.
Para ser sinceros del todo, creo que lo que "no me gusta" es la responsabilidad que implica tener un animal. Creo que no estoy preparado. Pero me encanta que haya tanta gente con animalitos!! Os aplaudo!
Besos
Jim
Jim, yo no tengo animales en casa ahora. Si tuve una perrita caniche. Se llamaba Sammy y aunque parezca increible aprendí muchas cosas de ella. Su capacidad de entrega absoluta a quienes le dábamos cariño, el agradecimiento en su mirada a quien de ella se ocupaba,le alegría que sentía cuando regresábamos a casa del trabajo, su capacidad de adaptación. En fin muchas cosas que los humanos,los que razonamos, a veces olvidamos. También te confieso que jamás tuve gatos, soy alérgica.¡Pura imaginación!. Un abrazo
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