
Pero todo es puro teatro y cuando se habla de racismo esos seres “humanos “ ejercen su verdadera identidad, la del idiota, y actúan cómo si los comportamientos xenófobos estuvieran reñidos con sus patrones de conducta y proclaman como tratando de convencerse a sí mismos, ¡No somos racistas !. Y ahora pregunto, ¿no son racistas?.
¿Qué significa para algunos no ser racista?. Ignorar el problema, dar la espalda a una realidad.
Pretender que un africano o un rumano no se convierta en nuestro vecino, que nuestros hijos se alejen de la compañía de otros niños “distintos”, hablar de un asesinato o violación como un hecho de más notoriedad cuando el delincuente es un negro, un colombiano, peruano, etc., llevarnos las manos a la cabeza si nuestra hija nos cuenta que su pareja es de otra cultura, pensar que si no tenemos trabajo es por aquel boliviano que ocupa un triste y mal pagado puesto en una empresa de limpieza de escaleras, creer que la seguridad social va mal por que está dando prestaciones a “esa gente”. ¿ Ésto es no ser racista.?
Podría seguir enumerando situaciones que a diario se reflejan en las conversaciones de esta “otra gente”, que afortunadamente “para sus conciencias”, que no para sus historias personales y su dignidad, no recuerdan que el mundo está hecho de caminos. Que ayer fueron otros, y esto ya lo han olvidado “los no racistas” de solapa, los que tuvieron que salir a buscar un pedazo de pan para llevarse a la boca. Y hubo muchas tierras que estuvieron dispuestas a brindárselo. Que nuestros apellidos llevan varia marcas, fruto de ese cruce de fronteras, y que nuestros ojos van cambiando de color por esa maravillosa conjunción de razas. Pero que no sólo mejoraremos físicamente . También como aprendices de la vida.
Fue ayer, cuando un elegante y fino ¿señor? con su carro de la compra repleto de exquisiteces que acababa de comprar en un distinguido supermercado reprendió con un durísimo “No toques mis alimentos con tus manos” a un cabizbajo empleado notoriamente extranjero, cuando me convencí de que los idiotas siempre seguirán existiendo.
“El negro”, “el inmigrante”, sólo pretendía ayudarle para agilizar su trabajo de recoger y acomodar lo mas rápido posible los carros, que para ello le pagan un miserable sueldo y con un contrato basura. El empleado dejó las tabletas de chocolate envueltas en delicados papeles brillantes dentro del carro y calló su rabia. Me miró y le sonreí para aliviar su vergüenza. Sí, su vergüenza de querer hacer mejor el trabajo para que no le despidan, para que sus hijos puedan comer, ir al colegio y tener adonde dormir. Simplemente por eso se calló. Que no por falta de dignidad, ni de orgullo personal. Se calló su rabia y disimuló su lágrima por ser extranjero. Y para que mañana si a “este señor” le hacen una encuesta en algún medio de comunicación siga creyendo (como otros muchos) que no es idiota y para exculparse diga convencido, ¡¡No soy racista!!
2 comentarios:
Puf!. . . un tema muy delicado sobre el que has escrito eh?, jejeje. . . Cientos de opiniones, con cientos de matices. . . . .jejeje. . . . .
Besos!
Jim
Espero tus matices Jim. Tu opinión (y las de cualquier otro) siempre será bienvenida. Al final y por suerte, la vida está hecha de matices. Saluditos
Publicar un comentario