"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

miércoles, 18 de febrero de 2009

¡NO SOY RACISTA!

Nunca había vivido tan de cerca un episodio tan desagradable y que denigrara tanto al hombre, como ser inteligente y racional. Hasta ayer pensaba que los idiotas eran una rara especie en extinción. Pensaba, sólo hasta ayer, que estos individuos, y en una sociedad moderna en donde los seres humanos nos auto proclamamos respetuosos de los derechos humanos, ya no existían (salvo aquellos que dirigen el mundo ).
Pero todo es puro teatro y cuando se habla de racismo esos seres “humanos “ ejercen su verdadera identidad, la del idiota, y actúan cómo si los comportamientos xenófobos estuvieran reñidos con sus patrones de conducta y proclaman como tratando de convencerse a sí mismos, ¡No somos racistas !. Y ahora pregunto, ¿no son racistas?.
¿Qué significa para algunos no ser racista?. Ignorar el problema, dar la espalda a una realidad.
Pretender que un africano o un rumano no se convierta en nuestro vecino, que nuestros hijos se alejen de la compañía de otros niños “distintos”, hablar de un asesinato o violación como un hecho de más notoriedad cuando el delincuente es un negro, un colombiano, peruano, etc., llevarnos las manos a la cabeza si nuestra hija nos cuenta que su pareja es de otra cultura, pensar que si no tenemos trabajo es por aquel boliviano que ocupa un triste y mal pagado puesto en una empresa de limpieza de escaleras, creer que la seguridad social va mal por que está dando prestaciones a “esa gente”. ¿ Ésto es no ser racista.?
Podría seguir enumerando situaciones que a diario se reflejan en las conversaciones de esta “otra gente”, que afortunadamente “para sus conciencias”, que no para sus historias personales y su dignidad, no recuerdan que el mundo está hecho de caminos. Que ayer fueron otros, y esto ya lo han olvidado “los no racistas” de solapa, los que tuvieron que salir a buscar un pedazo de pan para llevarse a la boca. Y hubo muchas tierras que estuvieron dispuestas a brindárselo. Que nuestros apellidos llevan varia marcas, fruto de ese cruce de fronteras, y que nuestros ojos van cambiando de color por esa maravillosa conjunción de razas. Pero que no sólo mejoraremos físicamente . También como aprendices de la vida.
Fue ayer, cuando un elegante y fino ¿señor? con su carro de la compra repleto de exquisiteces que acababa de comprar en un distinguido supermercado reprendió con un durísimo “No toques mis alimentos con tus manos” a un cabizbajo empleado notoriamente extranjero, cuando me convencí de que los idiotas siempre seguirán existiendo.
“El negro”, “el inmigrante”, sólo pretendía ayudarle para agilizar su trabajo de recoger y acomodar lo mas rápido posible los carros, que para ello le pagan un miserable sueldo y con un contrato basura. El empleado dejó las tabletas de chocolate envueltas en delicados papeles brillantes dentro del carro y calló su rabia. Me miró y le sonreí para aliviar su vergüenza. Sí, su vergüenza de querer hacer mejor el trabajo para que no le despidan, para que sus hijos puedan comer, ir al colegio y tener adonde dormir. Simplemente por eso se calló. Que no por falta de dignidad, ni de orgullo personal. Se calló su rabia y disimuló su lágrima por ser extranjero. Y para que mañana si a “este señor” le hacen una encuesta en algún medio de comunicación siga creyendo (como otros muchos) que no es idiota y para exculparse diga convencido, ¡¡No soy racista!!

2 comentarios:

Jim dijo...

Puf!. . . un tema muy delicado sobre el que has escrito eh?, jejeje. . . Cientos de opiniones, con cientos de matices. . . . .jejeje. . . . .

Besos!
Jim

Beatriz dijo...

Espero tus matices Jim. Tu opinión (y las de cualquier otro) siempre será bienvenida. Al final y por suerte, la vida está hecha de matices. Saluditos