"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

lunes, 7 de septiembre de 2009

MUTACIÓN


Alguna vez escuché decir, a los que entienden de estas cosas, que a las plantas no se las debe cambiar de lugar porque, según explican, son muy celosas de su habitat y con los cambios mueren. (¿de tristeza?)
También he observado que los animales se acomodan, acunan su cuerpo, en un espacio que hacen suyo y con el que se identifican. Recuerdo a mi perrita Sammy, por las noches, cuando ella percibía que el cansancio me vencía y que por ende se acercaba la hora de mi sueño (era la última en retirarse a descansar) que buscaba su paño de lana marrón, lo arrastraba con sus dientes hasta la puerta de mi habitación y allí se echaba. Era su lugar. Allí se sentía arropada, segura, cómoda. Su cuerpo amoldado, acostumbrado a aquel rincón, se relajaba.
Este verano, tal vez inconcientemente para evadirme de una realidad que se aproximaba, me entretuve en observar a los pájaros que revoloteaban entre los árboles. Al atardecer y cuando el cielo se pintaba de arreboles, ellos, elegían siempre las mismas ramas para descansar de sus vuelos diurnos. Alli se sentían protegidos, alli piaban los nuevos polluelos. Allí tenían su espacio. Anidaban.
Un gato, que paseaba por el monte desde que los rojizos rayos del sol anunciaban el amanecer, también se acomodaba, cuando se aproximaba el ocaso, a los pies trenzados de un viejo olivo para descansar. Había elegido el árbol que le brindaba protección. Y el árbol, quizás, se había acostumbrado al calor de su cuerpo. Al menos yo tenía esa sensación. De amalgamada necesidad, de habitarse.
Y así descubriendo el conductismo en la naturaleza se me fueron pasando los días intentando no pensar que a mi vida le aguardaba un cambio. Un cambio que podría hacer que mis raíces se resintieran
Ha llegado ese momento. Hoy soy yo quien tiene que dejar mi lugar. Un lugar que durante años me cobijó y en el que cada ladrillo guarda el pentimento de mis días.
Hoy más que nunca recuerdo que, al llegar a esta casa que ahora voy a abandonar, mis palabras hacían eco. Los sonidos, mis sonidos, impactaban en las paredes como queriendo devolvérmelos. No me reconocían, no le pertenecían.
Pero con el paso de los días esos sonidos fueron penetrando en cada tabique, en cada grano de cemento, impregnándose de mí, aceptándome. Entonces perdí la sensación del eco. La casa me había aceptado. Y comencé a sentir su protección. Ambas, mi casa y yo, nos necesitábamos. Ella con su respetuoso silencio arropándome en su estructura. Y yo adornándola, manteniéndola decorosa, alegrándola. Nos identificábamos, nos habitábamos. Como el árbol con el gato.
Hoy voy a mudarme, a mutarme, a abandonarla. Y al ir vaciando espacios siento que la desnudo de mí. Que nos vaciamos ambas.
Y sé que, como Sammy, tendré que buscar mi rincón y por un tiempo habré de sobrevivir a un estado de desorientación hasta que lo encuentre. O tal vez al llegar la noche intente, como los pájaros, hallar las mismas ramas para adormecerme y mis sueños tarden en llegar al no reconocerme en otras ramas. O recuerde al gato que ronroneaba a los pies del olivo cada noche, ubicado, abrazado por aquellos troncos.
Tal vez mi cuerpo experimente lo mismo que las plantas y se sequen mis días cuando mis raíces no recononozcan otro instante, otras baldosas con las que me identifique.
No obstante, intentaré confiar en que ese otro lugar que me espera será lo suficientemente acogedor como para reconocernos. Para habitarnos el uno en el otro. Para aprender a querernos.
Y encontrar un rincón que me acune.

9 comentarios:

Bowman dijo...

Los cambios siempre nos hacen dudar, temer; la estabilidad es lo más importante para nosotros.
Tengas los cambios que tengas, o puedas desorientarte por ellos; aquí estamos un grupo de gente que te queremos y seguimos, y que llegado el caso, podemos ayudarte en la transición, aunque sólo sea con nuestras humildes palabras de ánimo.
Ya sabes donde estoy, ánimo y adelante.
Un abrazo

Poli dijo...

Hermosa, te has preguntado cómo queda la casa? Que sentirá sin tu presencia? Sin dudas para vos será más fácil encontrar un lugar donde sentirte a gusto, dudo que la casa pueda reemplazarte. En esta historia pierde ella, al dejarte ir; y gana por haberte cobijado y conocido, al igual que yo.
Ánimos Beatriz! Que yo me sumo a este grupete de gente que te quiere, y te quiere ver bien.
Vamos! Quiero novedades de esta nueva casa a conocer!
Besos de mudanza y estreno.

Beatriz dijo...

Juan Carlos
Con amigos como Uds, los que me visitan y con quienes hemos formado un grupo de sensibilidades comunes es imposible detenerse a pensar en "un mal momento". Vuestras palabras tiene la virtud de la solidaridad, la fuerza del compañerismo. El punto justo para evitar que el desencanto se apodere de uno.
Este código de conducta que nos une, es un prodigio de terapia.
¡Cuánto puede una palabra!
Gracias por las tuyas.

Beatriz dijo...

Poli
Leyéndote me has llevado a la reflexión,¿Qué sentirá la casa sin mí? Hemos sido muy cómplices y como tal nos añoraremos. Ha sido una relación de entrega mutua.Pero todo en la vida tiene un fina. A ella la habitarán otros y mis sonidos se irán borrando. Y yo pondré ilusión para hacer que otras paredes se enamoren de mí.
Te prometo que ni bien haya asumido este nuevo exilio( desde que vine de Argentina, vivo en el mismo barrio)te enviaré fotos en la que notarás, que ya hemos empatizado, mi nueva casa y yo.

Dante Bertini dijo...

Me gustan las mudanzas!
Me alegro por tí: todo lo nuevo que te espera, un barrio con gente nueva y nuevos comercios, con otras resonancias y otros árboles.
La casa la llevamos dentro, no te preocupes.
Y hay otro perro esperando para que le des felicidad. No se la niegues.
Un abrazo

Beatriz dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Beatriz dijo...

¡Gracia Dante por tus alentadoras palabras! Estoy aún en el trayecto que va desde el desánimo a la ilusión. Sé que me puede esperar algo mejor pero tengo un defecto,(entre otros)soy de afectos fijos. Me cuesta desprenderme de lo que quiero.
De cualquier manera estoy embarcada en el proyecto de que mi nuevo lugar sea alegre, acogedor. Un lugar para compartir momentos con amigos como tú .
Un cálido abrazo.

Antonio Tello dijo...

B.Toda mudanza, cualquiera sea su circunstancia, es un desgarro, pero también un renacimiento. Piensa que la ilusión por lo nuevo nos blinda contra el dolor.

Beatriz dijo...

Antonio,
Tú sabes mucho de mí y creo que confiarás en que, como dice el encabezamiento de este blog, " el junco siempre sobrevive a la tormenta".
No me faltan ilusiones, me desconciertan los exilios, de una calle, de una casa, de un país. De un afecto. Pero sé sobrevivir a ello. Hay una palabra que me gusta, TIEMPO. Siempre necesario para reflexionar.
Gracias por acercarte. Un beso.