Cada
atardecer ella camina hasta la vieja estación de tren. Viste
faldas vaporosas que se ondulan al ritmo de sus caderas. Pinta sus
labios con un rouge
que resalta su sensualidad. Huele a lavanda su piel. Es bella. La
más bella de aquel pequeño y apenas habitado pueblo.
Se
sienta en el único banco que queda aún del
discurrir. Y espera.
Oye
el pitido que anuncia la cercanía del convoy. Camina por las
desgastadas baldosas del andén. Se acomoda la melena hacia un
costado, repasa el rouge
de sus labios, levanta su mano derecha y saluda. Lo presiente.
Presiente su mirada, profunda, misteriosa. Como el misterio de
la noche en que se amaron. Noche sin luna. Noche cómplice. Y el
ensueño se entrecomilla en el paso de ese tren que ya no se detiene.
Hace tiempo que dejó de hacerlo. Pero ella sigue viéndolo, allí, eternizado sobre las líneas paralelas. Aún retiene el
estremecimiento del instante. El de la brevedad que se eternizó en
el andén. Y el del adiós que no espera la recompensa de un
después.
Anochece.
En el cielo una nube retrasada se desliza como un suspiro y
arrastra con ella la oscuridad que cubrirá la soledad de aquel
pueblo. Y sobreviene el
silencio.
Las
golondrinas con sus vuelos dibujan, para ella, trayectos invisibles
en el aire. Mágicos. Como el del tren por la vieja estación.
Su
mirada se pierde en la lejanía. Y regresa y guarda celosamente su
secreto.
En
el pueblo nadie sabe que ese tren a veces... se detiene.
9 comentarios:
Me ha encantado la descrición y el contenido de tu relato.
Un beso amiga.
y, al detenerse, bajará de él un hombre azul que le leerá poesía.
abrazos, beatriz, un placer leerte*
Andenes, trenes que deben volver a detenerse, no solo para que los pueblos dejen de ser fantasmas, sino para recuperar el amor, y apostar a él,por supuesto.
Beso grande
Contiene cierta metáfora, una atmósfera de esperanza inútil como los héroes de Onetti. Casi le diría que podría ser un pueblo del ramal que termina en Santa María. me ha gustado mucho. Besos.
Difícil es tener el don de parar uno de esos trenes en los que viajan almas.
¿El tren se detiene o no? ¿La realidad es lo que parece o con nuestras percepciones hacemos la realidad? Su quimera sostiene la pregunta en el aire...
Muy bello, Beatriz.
Un beso.
Gracias a ti, Beatriz. Bello y hondo relato el tuyo...
Un beso.
quizás el tren se detiene siempre. Quizás él llega cada vez. Quizás sólo vemos lo que estamos capacitados para ver.
Pensé en Santa María y me zambullí en los pueblos de Levrero del Dejen todo en mis manos...
MARUJA
RAYUELA
HORACIO
JAVIER
ALMA
DIANA
ANTONIO
ROSSINA
seré breve, como el tiempo detenido ese andén, como el instante mágico de la imaginación que nos acerca a lo que tan sólo llega a verse con el alma.
Gracias por haberse detenido en mi lugar. Gracias por dejarme vuestras emociones-
BESOS
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