"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

miércoles, 26 de noviembre de 2008

WANTED




Yolanda y Pedro

Solían sentarse bajo la frondosa higuera que sembraron a la vera de su casa cuando nació el primer hijo. Allí se cobijaban, bajo su sombra, de las tórridas tardes del verano murciano. Yolanda planchaba pañales y camisas y Pedro, torso desnudo, limpiaba sus herramientas para empezar a trabajar en la huerta cuando amainara el sol. Y hablaban, soñaban el futuro para sus vidas. Porque cuando se vive como vivía Pedro, con las manos enterradas en la tierra para desenterrar el hoy, sólo se puede soñar con el mañana. Recuerdo a Pedro, muy temprano con olor a jabón sin perfume, con la cara fresca y su bastón, caminando por el sendero hacia el monte, mientras Yolanda preparaba el fuego donde se haría el desayuno. Salía, como queriendo convencerse que el cielo estaba en su lugar, con la cabeza alta y la mirada extendida. De vez en cuando se agachaba y recogía florecillas silvestres con las que iba haciendo un ramo que parecía un arco iris en sus manos. Y olía su perfume, para asegurarse de los buenos aromas. Sonreía, era un hombre pleno. Cuando regresaba miraba el camino que dejaba tras de sí, intentando fotografiarlo con sus ojos. Tal vez para justificar que sus pasos hacían más suyo el paisaje. La casa olía a leña cuando él regresaba. En la mesa cubierta con el viejo mantel, que Yolanda remendaba para conservarlo, el café ya estaba servido. Las tostada hechas con pan sobrante y las mermeladas, en las que casi podían advertirse las huellas de las curtidas manos de Yolanda, que en amaneceres desnudaba las pieles de los frutos que recogían del huerto, quitándole horas al sueño y al placer, ya le estaban esperando. Yolanda también le esperaba con olor a perfume de azahar que compraba en el mercadillo del pueblo. Y él llegaba, todos los días y como parte de un ritual, con las manos por detrás de la espalda. Escondiendo su ramo de florecillas frescas y con un tímido gesto, de orgulloso respeto, cogía a su mujer por las mejillas y le entregaba su regalo. Así empezaban todos los días de Yolanda y Pedro. Menos aquella mañana en la que el cartero del pueblo les trajo una carta del ayuntamiento que al abrirla, hizo que Pedro exclamara:¡Válgame Dios, esto mata a mi Yolanda!. Y ya no hubo tiempo para sueños, ni futuro, ni flores del campo en el botellón de vidrio que adornaba la sencilla mesa. Y ellos empezaron a conocer palabras teñidas de dolor en los despachos. Expropiación, ¿qué es eso? preguntó Yolanda. No conocía esa palabra, ni su significado. Y lo que Pedro intentaba ocultarle se lo explicaron unos funcionarios. Y ella sólo entendió que les robaban el alma, que se quedaba vacía de tiempos vividos, sin la sombra de su higuera, sin sus florecillas, sin los frutos de su huerto, sin sus amaneceres y sus ilusiones. Y Yolanda enfermó sin enfermedad alguna. La medicina no halló diagnóstico para su enfermedad. Esta mañana a los 80 años ha muerto de pena.

Texto e ilustración:Beatriz




7 comentarios:

Rous dijo...

osea como?????????? pos que le dijieron en esa carta:S aaaaaaaaa que preciosa y triste historia felicitaciones mi querida Bety :d hoy vine a un ciber y pude publicar porfinnnn!!!!:D Saluditos

Jim dijo...

No sé qué decir de tu relato(en el buen sentido). . .es decir. . .

Ojala todos viviéramos junto a la persona que amamos y hasta los 80 años!!!, jeje

Besos
Jim

Beatriz dijo...

jim,el relato no es de ninguna manera contradictorio. A los 80 años se puede morir y agradecer al mismo tiempo lo que la vida nos ha regalado. Pero morir, por que te quitan las ilusiones(que aún a esa edad ,si eres sano de espíritu se vive con ilusiones)y lo que es peor te roban tu propia identidad.
¡te la expropian¡ Lo mismo sucede con los que tienen que emigrar en contra de su voluntad ¿o acaso crees que es el destino quien los arranca de su lugar en el
mundo. Creo que mas bien son "otros" los que deciden, y siempre en beneficio propio, arrancarnos nuestro yo, y entonces es cuando creo que se muere por una pena impuesta. ¡A ésos es a los que yo también juzgaría por asesinato!Y perdona la contundencia de mi exposIció. Besos

Jim dijo...

No he dicho que fuera contradictorio . . . me refería a que, estoy de acuerdo contigo en que las expropiaciones te pueden destrozar la vida y lo peor es que no puedes hacer nada. Esto es una injusticia y es el tema principal de tu relato.

Por otra parte, me ha parecido mejor enfocar mi comentario a la suerte que tuvieron hasta esa avanzada edad . . . más que nada por el hincapié que hecho sobre la edad.

Cada persona vera enfoques diferentes dentro de una misma historia dependiendo de sus situación actual o personalidad.

Besos
Jim

Beatriz dijo...

hola Jim, perdona la interpreación que he hecho de tu comentario, no tenía un buen día.Pero equivocadamente creí que el hecho que muriera a los 80 años restaba importancia a lo fundamental del relato que era la expropiación. Y me llegó a extrañar dada tu sensibilidad. Anoche lo comentábamos con mi pareja y antes que tu me pusieras este último comentario me había dado cuenta de mi error. Mil perdones. Y un beso por tu acertada crítica.Nos seguimos encontrando.Gracias

Beatriz dijo...

Rous, coincido contigo en que la historia es bonita , otra cosa es que yo tenga que hablar de mi misma y pueda afirmarte que está bien escrita. De cualquier manera mi intención no es ganar mingún premio literario, sino encontrar gente con sensibilidad , como tú en estos rincones anónimos de los blog. Cariños

Jim dijo...

No pasa nada ;-)

Es lo dificil de los textos: la interpretación.

Besos a los 2