"Con la palabra se ve lo no visto, o incluso lo no visible"-
EMILIO LLEDÓ. El silencio de la escitura

miércoles, 10 de diciembre de 2008

BELLA LOCURA




Era pequeño de estatura, regordete, piernas cortas y curvas, y caderas anchas. Tal vez por que, como decían algunos, "vivía cabalgando sobre una enorme nube". La primera vez que le ví yo tenía apenas seis años y no entendía de metáforas. De cara redonda, labios muy finos y boca pequeña, húerfana de besos que la rozaran, pero abierta en sonrisas sinceras e ingenuas. Y risas carcajeantes. Sus ojos, muy negros, profundos, tiernos, inocentes, vivaces y curiosos. Descubridores y sorprendidos de las pequeñas cosas. Ojos asombrados del tiempo medido en amaneceres. Sus manos, pequeñas manos agrietadas, vacías de otras manos. Le recuerdo, con su mono azul gastado y descolorido, invierno y verano, con lluvias que limpiaban su rostro y soles que doraban su piel. De pié, erguido sobre su garita improvisada con viejas latas, en el centro de cualquier bocacalle de mi ciudad. Aún hoy creo escuchar el estridente silbido que emitía con sus labios, queriendo dirigir y ordenar el tráfico. Sus brazos eran alas abiertas, esperando abrazar al transeunte o quizás intentando ordenar el mundo. Ordenar un mundo que a él no le había ordenado su vida. Su dedo índice señalaba siempre, hacia izquierda y derecha, detrás y delante, puntos cardinales de su imaginación. Nunca oí su voz. Sólo el sonido de su silbido. O al menos es lo que me ha quedado grabado. Por que para mi inocente infancia aquello era música. Yo quería tener el silbato de Pedrito, que así es como él se llamaba o como le bautizó la calle. Nadie nunca le reprochó nada, ninguna autoridad le privó que sus alas se desplegaran para darle libertad a sus fantasías. Él era la libertad, sin ataduras, sin tabúes, sin miedos. Libre y con alas. Libre y sin miedos. Sólo le faltó el amor. Nació desde la soledad y, desde el mismo momento del anuncio de su vida, la inocencia se quedó encajada en su cuerpo y en su alma. Nunca nadie pudo abrirle las puertas hacia la madurez. Disfrutó de la vida desde sus limitaciones. Parecía no necesitar nada más que sus manos y su silbato para ser felíz. Vivió siempre de lo que su viejo sombrero de paja recogía en las aceras. Yo le conocí y aún le recuerdo, como muchos otros que en el pueblo siguen contando historias de Pedrito "el loco".




Texto:Beatriz , de Historias de locos-(1)
Imagen:El corazón de la locura-Salvador Dalí

6 comentarios:

Gwynette dijo...

Son personajes que pasan por la vida, sin ruido, de puntillas, y un día desaparecen y decimos: "qué habrá sido de..."...qué injusto és, haber vivido sin caricias o sin el recuerdo de haberlas tenido, verdad?

Besos para ti

Beatriz dijo...

Gwynette, siempre me pregunto que han tenido todos estos personajes para deslumbrarnos con sus ¿locuras?, y conseguir que el paso del tiempo no haya conseguido que los olvidemos.Creo sinceramente en la belleza de la locura. Tal vez en su pureza radique la trascendencia en nuestras memorias.
Cariños y gracias por tu compañía.

Beatriz dijo...

Bello tu regalo Gracias !!
Siiii , yo lo recuerdo a Pedrito. No recuerdo su silbido pero si recuerdo que emitia sonidos con vocales fuertes y mucha energia y yo me asustaba mucho.

Que bonito escribes amiga

Abrazos
Estela.
(desde argentina, por mail

Beatriz dijo...

mme hace feliz leerte!!! Gracias!!!
mail de Andrea desde Argentina.

Beatriz dijo...

hermosa amiga: Tus regalos son un deleite para nosotros. Sigo con amor y atención todos lo que escribes. Me gusta mucho lo que hacés y la presencia del arte en cada producción. Besos, feliz año! Marga.

Margarita, desde Argentina por mail

Beatriz dijo...

Gracias a estas tres fieles amigas que desde Argentina(mi otro lugar en el mundo) me siguen y me
recuerdan.
Gracias Andrea
Gracias Estela
gracias Margarita