Estación de Sants-Linea 5.
Subimos al metro. Él confia en mí. Estoy atenta a todos sus movimientos, también percibo sus emociones. No hacen falta palabras, ni órdenes. Él es consciente de mi fidelidad. Cada movimiento suyo crea una respuesta en mi comportamiento.
Estación Verdaguer.
Sube esa mujer. La que se sienta siempre en el primer asiento, apenas atraviesa la puerta. Él la presiente. La fragancia de su perfume, aroma a lavanda, a frescura de cuerpo apenas amanecido, a cabellos aún húmedos, traspasa sus sentidos. Yo trato de acomodarme, si es posible, a su vera. En el pasillo. Él aspira el perfume desde su distancia e imagina su belleza. Basta un suave gemido mio para que él tenga la sensación de la caricia. Yo miro sus manos, inquietas y abiertas. Como queriendo rozar aquella piel. Y su mirada adivina, desde el límite que la vida le puso al asombro, el color de aquellos ojos, de su pelo y de sus labios. Y yo alli a su lado, inseparable sombra de su sombra.
Estación Sagrada Familia.
Al final de nuestro trayecto, sin palabras, sin sonidos, sin adioses ni proyectos de otros días bajamos del metro. Él, cogido a su “tac, tac, tac”como irónicamente llama al bastón en el que se apoya, a “su Alma” , y con su oscura soledad, camina sin prisas. Aun huele a lavanda la mañana.
Subimos al metro. Él confia en mí. Estoy atenta a todos sus movimientos, también percibo sus emociones. No hacen falta palabras, ni órdenes. Él es consciente de mi fidelidad. Cada movimiento suyo crea una respuesta en mi comportamiento.
Estación Verdaguer.
Sube esa mujer. La que se sienta siempre en el primer asiento, apenas atraviesa la puerta. Él la presiente. La fragancia de su perfume, aroma a lavanda, a frescura de cuerpo apenas amanecido, a cabellos aún húmedos, traspasa sus sentidos. Yo trato de acomodarme, si es posible, a su vera. En el pasillo. Él aspira el perfume desde su distancia e imagina su belleza. Basta un suave gemido mio para que él tenga la sensación de la caricia. Yo miro sus manos, inquietas y abiertas. Como queriendo rozar aquella piel. Y su mirada adivina, desde el límite que la vida le puso al asombro, el color de aquellos ojos, de su pelo y de sus labios. Y yo alli a su lado, inseparable sombra de su sombra.
Estación Sagrada Familia.
Al final de nuestro trayecto, sin palabras, sin sonidos, sin adioses ni proyectos de otros días bajamos del metro. Él, cogido a su “tac, tac, tac”como irónicamente llama al bastón en el que se apoya, a “su Alma” , y con su oscura soledad, camina sin prisas. Aun huele a lavanda la mañana.
Aún huele a ella. Y él la percibe.
¿Alma, dime, es tan bella? ¿Es ella cómo yo la veo? - pregunta. Sus manos sienten entonces el frío roce de mi hocico y mi pata sobre sus piernas como respuesta. Él acaricia mi lomo y somos cómplices en el silencio.
¿Alma, dime, es tan bella? ¿Es ella cómo yo la veo? - pregunta. Sus manos sienten entonces el frío roce de mi hocico y mi pata sobre sus piernas como respuesta. Él acaricia mi lomo y somos cómplices en el silencio.
Este relato forma parte de una serie titulada " Luces en el metro" que iré publicando.
Imagen: Google
8 comentarios:
Beatriz, que excelente relato!! Muy bien logrado. Gracias por compartirlo.
Un caluroso abrazo
Fogel, la vida nos coloca imágenes permanentemente a nuestro alcance. Luego se necesita ser un buen observador y revelarlas con la luz y la sombra necesaria para que la fotogafía nos emocione. Es lo que he pretendido con mi relato, que las palabras despierten sensaciones.
Quisiera llegar a conseguirlo. Gracias por tu visita. Un abrazo.
Un alma de perro fiel, ya me gustaría...
Me gusta.
Gracias Cacho, por tu visita.Difícilmente encontremos en los que somos calificados como seres racionales, esa entrega sin recompensas. Sólo por una caricia.-
Besos repartidos.
Gracias Antonio por visitarme, es todo un honor para mí tu comentario.
¡Gracias poeta!-Besos
Me gustan los relatos así. Con una prosa fluida, sin palabras que nos resulten extrañas o desconocidas, pero que entre sus líneas sea capaz de conmovernos.
Me gusto mucho.
Un beso.
Ahh y me gusta el nuevo color, claro que sí. De vez en cuando es bueno cambiar.
Me alegra encontrarte en mi rincón. Busco la sencillez por que es allí adonde encuentro la escencia que me permite expresarme. Me gusta hurgar en lugares adonde encuentro retazos de vida que me hagan emocionar. Y luego si consigo conmover (y conmoverte) ya me doy por satisfecha.
Gracias y un abrazo. Nos seguimos.
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